El fin de semana estuvimos comiendo en casa de mis padres y
para los postres aparecieron las famosas torrijas de mi madre. Mi hermano las
devora, y es que es ver la fuente con todas esas torrijas diciendo “cómeme” y
es no poder parar. Y a Jorge, mi hijo, también le encantan.
Bueno, la verdad es que de las torrijas de mi madre sólo
puedo decir cosas buenas. Son las mejores torrijas que he probado nunca y para
mí estarán siempre ligadas a la Cuaresma y la Semana Santa porque es por estas
fechas cuando mi madre, como un reloj, se pone en marcha para preparar un
cargamento del preciado manjar.
Y hoy no me he podido resistir, y después de salir del
trabajo me he pasado por la panadería a comprar pan bombón y después, como un
loco, me he puesto con las manos en la masa.
Y rápidamente he preparado la receta para el blog y he
tomado unas cuantas fotos antes de que desaparezcan, que en mi casa también se
acaban en un suspiro.
¡Y es que están tan ricas que es visto y no visto!
¡Probadlas y veréis!
